La sequía que jaquea al país no pega de lleno en San Luis
Con pérdidas que se calculan en U$S 11 mil millones, la zona núcleo afronta una de las peores campañas de los últimos 60 años para la soja y el maíz. En la provincia, las lluvias de noviembre y temperaturas no tan altas en lo que va del verano permiten vislumbrar un panorama mejor.
Los principales diarios de las provincias que abarcan la Zona Núcleo (Santa Fe, Córdoba, el interior de Buenos Aires) y los que específicamente se dedican a la información económica amanecieron el jueves con títulos catástrofe sobre la difícil situación que atraviesa la campaña agrícola. Faltan lluvias en buena parte del país, lo que pone en jaque sobre todo a la soja, el cultivo que más le rinde a la castigada economía argentina.
Una publicación de la Bolsa de Comercio de Rosario lo puso en números: es la campaña más seca de los últimos 60 años y ya se perdió el 25% de la soja sembrada en los campos más cotizados de la Argentina. En un escenario normal, se esperarían cosechar 49 millones de toneladas (MT), pero el último ajuste que hizo la entidad dejó la estimación en 37 MT, a lo que hay que sumar que 1,1 millón de hectáreas ni siquiera se pudieron sembrar. Sería la tercera peor cosecha de los últimos 15 años.
Traducido a recaudación, las pérdidas generales rondarían los 11 mil millones de dólares, lo que repercutirá muy fuerte en pueblos y ciudades del interior, más allá del golpe al bolsillo de los productores. Y ni que hablar de lo que sufrirá el Estado nacional, que dejará de percibir en concepto de derechos de exportación entre 3.100 y 4.700 millones, justo cuando más se necesitan dólares para mantener en marcha la economía.
Santa Fe, la provincia más afectada, perdió 360 mil hectáreas; y Buenos Aires otras 300 mil, seguida por Entre Ríos (220 mil) y Córdoba (205 mil). El principal problema fue que, a la espera de lluvias que recarguen los perfiles del suelo, las siembras llegaron entre 15 y 45 después de la fecha óptima, lo que también llevó a estimar que el rinde promedio más optimista ni siquiera alcanzará los 27 quintales por hectárea (qq/ha). Córdoba sería el que más se acerca con 26,4, con 4 quintales menos que el año pasado y una pérdida de 1,3 MT. Buenos Aires proyecta 25,4 qq/ha y Santa Fe apenas 22,3.
Si no aparecen al menos 25 milímetros de manera inmediata, la muerta de plantas por estrés será irremediable, sobre todo en soja de segunda, que es la que se sembró después del trigo. Un frente de tormenta proveniente de la Patagonia trajo alivio al sur de la región pampeana, sobre todo a los partidos de Buenos Aires más cercanos al río Colorado, pero en el 75% de la zona núcleo no cayeron más de 5 milímetros.
Al maíz no le fue mucho mejor, con pérdidas que rondan las 600 mil hectáreas respecto de la campaña pasada en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Eso llevó a un recorte de 5 MT en las estimaciones finales, sobre todo por la falta de desarrollo de los maíces sembrados más temprano. Así, la cosecha no superaría las 45 millones de toneladas, un fuerte golpe para la recaudación que espera el Gobierno nacional en un año en el que se juega su suerte electoral.
El panorama de San Luis
Las penurias de la zona núcleo no llegaron en la misma magnitud a los campos de la provincia. Es cierto que faltan lluvias, que los diques se fueron secando y que las restricciones al consumo de agua en las ciudades impactan fuerte en la población. Pero los cultivos de verano vienen “zafando” gracias a la aparición de las lluvias en noviembre y diciembre, con un enero que viene peleando para acercarse al promedio histórico.
Tomando una región productiva como el Valle del Conlara, específicamente la zona de Tilisarao, en noviembre cayeron 100 milímetros (promedio anual de 107), y en diciembre 66 (107). Enero lleva unos 60 milímetros y quedan 20 días para alcanzar los 120, que es el promedio anual histórico.
De todas maneras, el 2022 no fue nada fácil, tomando el año calendario y no las campañas agrícolas. Las precipitaciones en esa zona alcanzaron los 473,4 milímetros, el registro más bajo en los últimos 33 años, desde que se hacen mediciones. Desde 1987 (422 milímetros) que no había un promedio más bajo y respecto de la media anual, cayeron 209 milímetros menos. Eso llevó a iniciar la campaña 2022/23 con bajas reservas hídricas en el suelo.
Un ingeniero con campos en Tilisarao, quien además asesora a otros productores, reconoció que “los cultivos vienen bien” para esta época del año. En San Luis, para evitar riesgos innecesarios y lograr estabilidad, se suele sembrar tarde el maíz, ya entrado diciembre, lo que esta campaña aseguró más agua en el perfil por las precipitaciones de noviembre, y además porque se evita que el período crítico de floración (que define el desarrollo de las plantas) sea cuando los fuertes calores de enero ya pasaron de largo.
“Por ahora las plantas están chicas, tienen menos requerimiento de agua, eso permite pasar bien la primera quincena de enero y esperar más lluvias en las segunda, para asegurar buenos resultados”, contó el profesional, quien además mostró alivio porque las temperaturas extremas de enero de 2022 no se repitieron este año.
Otra zona productiva de San Luis es la serrana que abarca desde El Amparo hasta La Cumbre. Allí la clave fueron las abundantes lluvias de noviembre, con casi 180 milímetros caídos, el doble del promedio histórico. Sumadas a los 30 milímetros de septiembre y los 40 de octubre, permitieron recargar los perfiles y sembrar con buenas reservas el maíz tardío, al que ayudó también el agua del 1° de diciembre, unos 30 milímetros, la mitad de lo que dejó todo el último mes del año.
En enero, al igual que en el Conlara llevan casi la mitad del promedio histórico, por lo que hay margen para alcanzarlo en los 20 días que restan. “Los cultivos vienen creciendo bien, sin alardear, se puede decir que estamos mejor que en la zona núcleo, donde está todo incendiado”, dice un asesor agronómico que conoce el semiárido como pocos. Incluso el maíz temprano, siempre riesgoso y poco recomendado, presenta un buen aspecto gracias al agua caída en noviembre.
Al 30 de diciembre, fecha del último informe de la Bolsa de Cereales de Córdoba en base a colaboradores en San Luis, se habían sembrado en la provincia el 90% de los cultivos de verano. El estado regular a malo era del 33% en maíz, el 37% en soja, el 51% en sorgo y el 26% en girasol, aunque los 60 milímetros de enero seguramente mejoraron esas condiciones. El 88% del maíz se sembró en diciembre, lo que evitó resultados peores en el relevamiento citado.
San Luis es históricamente una provincia más maicera que sojera, lo que la diferencia de la zona núcleo. Esta campaña la estimación de siembra del cereal alcanza las 536 mil hectáreas, 4% más que la pasada y 30% por encima del promedio 2017/21.
La soja, en cambio, muestra números descendentes. Hay una estimación de 159.500 hectáreas, 12% menos que en la campaña 21/22 y 27% por debajo del promedio de las últimas cuatro. Falta de agua, temperaturas elevadas y aparición de arañuela y oruga bolillera trajeron preocupación para un cultivo que se siembra antes que el maíz, lo que trae problemas recurrentes en el semiárido.
En síntesis, con más precipitaciones que en el resto del país, la campaña estival en suelo puntano parece encarrilada de mejor manera que en la mayoría del área agrícola. Aunque como toda apuesta a cielo abierto, habrá que seguir mirando para arriba, implorando por agua, pidiendo que el granizo siga ausente y rezando porque la política no meta la cola con sus errores recurrentes y su voracidad sin límites.